martes, 15 de febrero de 2011

RETAZOS DE JUVENTUD


Adrián Florentino SINESIO


Retazos de juventud es el primer libro del poeta Adrián Florentino Sinesio (1988, Medina del Campo), a su vez compuesto por los poemarios Lluvia y Mar y Trisita de Abril. Este libro, nos muestra ya matices del que será su propio estilo poético. En él se aprecia ya una ligera influencia del “estancialismo”, corriente derivada del “perspectivismo” de Ortega y Gasset, que terminará por impregnar al poeta.
Retazos de juventud nos muestra a un poeta joven, pero en el que ya se aprecia cierta madurez, un gran sentimentalismo y la preocupación por temas existenciales como son el amor, la vida o la muerte.

http://poesiaerestu.com/?p=183

Paradoja

Sobre la Mar camino
despacio, para no hundirme,
iluminado por los luceros de tus ojos
en la negra noche, vacío infinito;
en el claro día
cegado por el Sol,
que, como un enorme montón de trigo en llamas,
allá arriba, muy arriba,
se deshace en el agua como un manantial áureo,
como si se pisase un enorme espejo
y se fragmentase en mil cristales amarillos
que se desvanecen en el azul infinito y eterno.
Otras veces,
el Sol se resquebraja inmóvil, asustado,
entre el azur de las nubes de lluvia,
como un pan de trigo
devorado por hambrientas mujeres;
llegando a mí, únicamente,
los rayos de harina blanca
que se desprenden tímidamente,
precipitándose al vacío.
Sobre la Mar camino
hoy, despacio, para no hundirme;
pero, lentamente, me hundo.
Sobre la Mar camino
hoy, despacio;
mañana nadaré bajo la Tierra.
Bajo la Tierra bucearé mañana
y ya no se romperá el Sol
en cien narcisos dorados
que se enreden como llamas en tus ojos;
y ya no me hundiré sobre ti, Mar infinito.
Y ya no tendré hambre,
ni sed, ni frío;
ni sentiré
tus atardeceres verdes…
Mañana, cuando nade bajo la Tierra,
únicamente podré sentir el tiempo
y el vacío.

Gotas de lluvia sobre la Mar

Como la infinita epifora
de un inmenso algodón de plata
caen las gotas de lluvia
sobre su carita de cielo.
A ti, Mar,
te calman la sed
de vida o, tal vez,
te arrebatan el aliento,
húmedo y salado,
que exhalas al aire.
Pero no temas, Mar,
pues tú no te puede ahogar
en la fragmentada cascada
de esas lágrimas de Luna,
de esas chispas de fuego;
tú sólo debes sonreír
y mostrar tus dientes de olas
y tu legua de cielo;
inmenso espejo de Dioses,
en ti mueren los ríos
y en ti se hunde el ocaso eterno…
Sólo tú, Mar,
aguantas su incesante golpear.
Sobre ti las gotitas tristes
desaparecen en un vasto azul,
en una obscuridad inmensa
sin dejar más rastro
que el de leves ondulaciones grises.
Pero debes temer, Mar,
que tú no te puedes ahogar
en ese asedio cristalino,
en esas lágrimas de lluvia
que te golpean lentamente;
tristes pedacitos de Luna…

XVI
Vencido

Se apagó el fuego.
Atrás quedaron las cenizas:
sangre negra
que no palpita en ningún cuerpo.
Tu mirada se proyecta
hacia delante;
yo sólo veo invierno,
nubes grises que me sobrevuelan
como buitres carroñeros.
No me comprendes,
no puedes hacerlo.
No me comprendes
porque no me comprendo.
Tú no me quieres,
lo sé,
y no quererte
es mi mayor deseo.
Se apagó el fuego.
Habrá que resguardarse pronto,
pues se avecina un frío invierno.

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